sábado, 5 de diciembre de 2015

CUARENTA AÑOS NO SON NADA

Hoy es mi cumpleaños. Hoy cumplo cuarenta años. De pequeño, cuando veía a alguien de mi edad, siempre pensaba en alguien mayor, en un señor. Y ahora que los tengo yo, para nada me siento así (cuando en la calle alguien se me acerca y me dice "señor", yo me vuelvo buscando a mi padre).

Mi Santa en estas semanas previas, me ha preguntado insistentemente que me gustaría que me regalase. Y la verdad es que no le he facilitado mucho la tarea. Veréis porqué. No sé si recordáis la película "The Game", dirigida por David Fincher y protagonizada por Michael Douglas. El lema de la película era "que se le regala a alguien que lo tiene todo". Y así me siento yo. No es que lo tenga, literalmente, todo. Pero lo que me falta o lo que me gustaría, no se puede regalar. No es algo material.

Por ejemplo, una PS4, ¿estaría bien?, por supuesto. Pero el problema de ese regalo es que no tengo tiempo de disfrutarlo. Y así me pasa con la mayoría de los posibles regalos. Que en el fondo, lo que realmente me gustaría sería poder dormir una noche a pierna suelta y no despertarme ni con la alarma para ir al trabajo ni por una llamada de alguna de mis peques. Me encantaría echarme a dormir y que sea el propio cuerpo el que decida que ya ha descansado suficiente y que ya toca levantarse. Justo estos días tenemos a la peque bebé con tos, mocos y fiebre (ese combo perfecto) y llevamos unos cuantos días durmiendo unas tres horas por noche. Así que os podéis imaginar lo zombies que estamos hechos.

Llevo doce años de padre y cada día que pasa me pregunto lo mismo, "¿lo estaré haciendo bien?, ¿no seré demasiado duro y exigente?, ¿no seré demasiado blando?, ¿les estoy dando todo lo que necesitan?, ¿las consiento demasiado?, ¿las trato justamente o hago diferencias entre ellas?". Y así, cientos y cientos de preguntas más. Hay veces que me siento fatal y creo que soy el peor padre del mundo. Otras en cambio, las veo en determinadas situaciones haciendo lo correcto y me animo a seguir igual porque tan mal no lo estoy haciendo. Por eso, otro regalo que me gustaría y que tampoco nadie me puede regalar es tener la certeza de que lo estoy haciendo bien como padre.

A ese regalo yo le uniría el de la paciencia. Muchas veces la pierdo con las peques y cuando me doy cuenta me siento fatal. A veces me enfado más de la cuenta o grito más de la cuenta también. Estas en ese momento de enfado y sabes que no sirve de nada gritar, pero aún así lo haces. Así que me gustaría tener ese punto extra de paciencia para que me cueste perderla o un angelito en mi hombro que me susurre que no grite.

Hay un chiste que dice así

- Oye, ¿tú con la edad que tienes, conservas tan bien?

- Pues por no discutir.

- Hombre, por eso no será.

- Pues no será...

Y esa es la vida que he llevado hasta ahora. Por no discutir, he dejado un montón de cosas pasar. Y muchas, al contrario que el chiste, no han hecho que esté mejor, si no todo lo contrario, que me sintiera fatal por dentro. Así que otro regalo que me gustaría y que no me lo puede hacer nadie (como todos los de esta lista) es morderme menos la lengua, evitar menos la confrontación y decir las cosas que pienso y/o siento. Muchas veces no lo hago por no molestar a los demás, pero luego te das cuenta que ellos no tienen el mismo tacto contigo.

No está mal la lista de regalos. Quiero tiempo para hacer cosas, dormir a pierna suelta, sentir que lo estoy haciendo bien con las peques, aumentar mi nivel de paciencia y no morderme la lengua tan a menudo. Eso sí, cosas que como mucho, me podéis ayudar a tenerlas, pero que básicamente, soy yo el que lo tiene que lograr.

Me lo tomo como una lista para revisar a los cincuenta (oh my god, ahí sí que seré un viejuno o no...seguro que me seguiré sintiendo un jovenzuelo) y ver si he logrado alguna. Os emplazo para dentro de diez años.



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